martes, agosto 11, 2009

Hambre nocturna


Es tarde en la noche, debería dormir, el día fue uno de esos que uno quiere arrojar por la ventana, clases de pastelería en la mañana, clases de platos principales en la tarde y luego recuperación; esto es estar en el liceo desde las 8 de la mañana hasta las 18:30 de la tarde. Luego corriendo a la casa a buscar el acordeón para ir a tocar con los caimanes y botar un poco de neura... pero no hubo música, no hubo canto, no hubo tambores, no hubo danza... una conversa dura, una historia como tantas...
En fin, llegué a casa y estaba con hambre, con ganas de comer algo sin mucha ciencia, algo que me dejara saciado, que me permitiera seguir con la cabeza en otro lugar y no dedicarle un pensamiento más elaborado a la cocina por hoy. Recurrí a un invento de la nobleza, al invento que resultó ser lo único importante que hizo el Conde de Sandwich... evidentemente uno de esos. Pensé en un Muñozcoloma de esos que hacen en el club, asado con palta, queso, mostaza... o en un selladito de esos que le gustan a mi hija Aurora, una hamburguesa de esas que nos comemos a escondidas con mi hija Viera o en un grosero sandwich de tres pisos especial para guatones con hambre. Pero llegué al refrigerador y encontré un poco de pollo asado (regalo de maquinistas), un trozo grande de baguette, algo de mostaza, unas hojas de lechuga; una taza de té y listo para dedicar algo de tiempo a la gula.